Rescatando a Nicol
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Hace muchos años, cuando vivía en Cajamarca, Gregorio, mi padre, era un hombre de 54 años que trabajó en minería casi toda su vida hasta que se jubiló y se dedicó a la chacra. Nuestra familia, Los Quispe, éramos conocidos por poseer una de la más grandes chacras de maíz morado y teníamos la tradición de contar historias de terror reales después de terminar nuestras labores en la chacra. Una de esas historias que se repetía mil y un veces es la del Muki, un duende minero que habita en minas abandonadas y secuestra niños para convertirlos en nuevos Mukis.
Sabía que, por la tradición, tenía que cuidarme de esos pequeños monstruos pero jamás me imaginé que sería secuestrada por uno a los 9 años cuando iba a ayudar a mi padre con las cosechas cerca al río Grande. El Muki podía ver todo de cualquier parte, y yo también podía hacerlo mientras estaba con él. Era un poder increíble, sólo así pude ver cómo mi padre se las ingenió para encontrar un mapa de la mina abandonada donde me encontraba, armarse de dinamita y entrar a la mina dispuesto a todo.
Así empezó mi rescate...